América venció a Cruz Azul con un gol de Henry Martín; aunque La Máquina tuvo las mejores ocasiones, pero le faltó un delantero matón
América es un animal de Liguillas, un equipo que se limita a ganarlas, sufre y de la nada resurge. Aquí está el músculo de América, esa grandeza que ha labrado en más de cien años y que consolida con la obtención de la 15 y de un bicampeonato que se le había resistido en torneos cortos. En el Clásico de las Finales venció a un valiente Cruz Azul por 1-0, La Máquina no termina de encontrar la redención y se sigue martirizando ante los azulcrema.
Las Águilas vuelan alto, muy alto, son un equipo diseñado para ganar y cuyo fin único es ganar, en el último año André Jardine lo ha convertido en un equipo voraz. El americanismo amanece rebosante, infla el pecho, presume sus trofeos y ratifica su poder. No hay nadie como América, el más grande, el más ganador. El futbol mexicano vive bajo la ley del Club América.
La fortuna del campeón
Eso sí, habrá que decir que el equipo de André Jardine las pasó canutas, porque sufrió de lo lindo, aunque ese es un consuelo que no le sirve de nada al cruzazulino.
Sí, a La Máquina no le intimidó la atmósfera del Azteca, la escuadra de Martín Anselmi demostró que tiene, además de futbol, temple y coraje, salió a hacer su juego y negó al conjunto americanista.
Cruz Azul se mostraba mejor estructurado, compacto en defensa y con una hoja de ruta bien clara. Mientras, el conjunto de André Jardine no se mostró agresivo, fue cauto, y no avasallante, fue incapaz de generar juego, sus jugadores con desequilibrio no aparecieron y tampoco había esa conexión entra la sala de máquinas y la delantera.
El timing lo puso el cuadro celeste; América no carburaba y de pronto empezó a ver como Luis Malagón se convertía en su mejor jugador, porque Cruz Azul colgó dos pelotas en el área con sabor a gol, pero el portero azulcrema negó el momento de euforia tanto a Antuna como a Sepúlveda. Silencio grande en el Azteca.
La respuesta de América fue estéril, no había arrebato en las Águilas, apenas un par de tiros, pero ni Quiñones ni Zendejas eran punzantes por las bandas y Valdés no encontraba líneas de pase. Cruz Azul mostraba empaque, pero, sobre todo, que había aprendido del juego de fase regular.
Lo que América no era capaz de hacer, sí lo estaba haciendo La Máquina, porque en una gran jugada bien elaborada -de nuevo por banda derecha- Antuna asistió a Sepúlveda y éste descargó con Rivero, Nacho la tuvo franca, de cara al arco y como muchos la sueñan, pero su tiro se fue a las gradas.
Cruz Azul perdonó al América
Cruz Azul había perdonado al América, lo dejó ir vivo al vestuario y eso podía ser muy peligroso, los celestes se habían dado cuenta que su rival no era ese monstruo de mil cabezas.
En la reanudación, un fuera de juego salvó al América, porque Faravelli había adelantado a La Máquina. El americanismo tragó veneno por unos instantes, los celestes se venían arriba y los azulcrema estaban como en shock.
El partido se hacía adulto y cuando más desdibujado parecía América. Cruz Azul se saboteó: Rotondi perdió la pelota sobre la banda y después se barrió en el área para trabar a Israel Reyes. Penal que el árbitro, Marco Antonio Ortiz, validó en el VAR. Henry tomó la pelota y venció a Kevin Mier al 78’, un esperpento lo de Rotondi que le servía en la mesa el título a las Águilas.
América olía el bicampeonato; Cruz Azul la tragedia. Las Águilas llevaron el partido a su ritmo y salió a relucir la falta de armario de La Máquina. Huescas se la perdió al 90’, cuando Malagón se convirtió en el MVP del partido.
La redención de Cruz Azul no llega, se vuelve a ir con lágrimas en los ojos, no se le puede recriminar nada, pero es un consuelo muy pobre. Deberá vivir el duelo y volver con más fuerza.
Y el América. El Club de Futbol América despierta hoy como bicampeón y con la 15 en las vitrinas. Es la ley del más grande, el que sabe mejor que nadie cómo ganar las finales.
CRÉDITOS: MILENIO